lunes, 26 de enero de 2015

Cuento fantástico parte 8

Pretérito imperfecto, pretérito indefinido y pretérito pluscuamperfecto Los tiempos verbales más usados son el pretérito indefinido, el pretérito imperfecto y el pretérito pluscuamperfecto:
  • El pretérito indefinido se usa para narrar los hechos que van ocurriendo unos detrás de otros.
  • El pretérito imperfecto se usa para narrar hechos o describir ambientes y situaciones que están en un segundo plano. También se usa para presentar a los personajes y su contexto en el inicio del relato.
  • El pretérito pluscuamperfecto se usa para narrar hechos anteriores a otros que también se narran.
Las actividades siguientes te servirán para observar cómo funcionan estos tiempos verbales en los relatos.

Actividades

Pretérito imperfecto - pretérito indefinido


El otro yo
Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le (formar) formaba rodilleras, (leer) leía historietas, (hacer) hacía ruido cuando comía, (meterse) metía los dedos a la nariz, (roncar) roncaba en la siesta, (llamarse) llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: (tener) tenía Otro Yo.
El Otro Yo (usar) usaba cierta poesía en la mirada, (enamorarase) enamoraba de las actrices, (mentir) mentía cautelosamente , (emocionarse) emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le (preocupar) preocupaba mucho su Otro Yo y le (hacer) hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no (poder) podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando (llegar) llegaba cansado del trabajo, (quitarse) quitaba los zapatos, (mover) movía lentamente los dedos de los pies y (encender) encendía la radio. En la radio (estar) estaba Mozart, pero el muchacho (dormirse) dormía. Cuando (despertar) despertaba, el Otro Yo (llorar) lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después (rehacerse) rehacía e (insultar) insultaba concienzudamente al Otro Yo. Este no (decir) decía nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida (pensar) pensaba que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo (reconfortar) reconfortaba.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando (salir) salía a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos (ver) veía que (acercarse) acercaba sus amigos. Eso le (llenar) llenaba de felicidad e inmediatamente (estallar) estallaba en risotadas . Sin embargo, cuando (pasar) pasaba junto a él, ellos no (notar) notaba su presencia. Para peor de males, el muchacho (alcanzar) alcanzaba a escuchar que (comentar) comentaba: «Pobre Armando.Y pensar que (parecer) parecía tan fuerte y saludable».
El muchacho no (tener) tenía más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que (parecerse) parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.
Tomado de: Mario Benedetti, La muerte y otras sorpresas, Décimosexta edición, Siglo Ventiuno Editores, México, 1981.

Pretérito imperfecto - pretérito indefinido


La huida
Manuel Vicent

En un Porsche blanco, el muchacho (recoger) recogía a una chica en auto-stop a la salida de la ciudad en dirección al Sur. Ella no (llevar) llevaba equipaje y (ser) era muy pálida, dotada de una belleza desesperada. Él ni siquiera le (preguntar) preguntaba el nombre. La (invitar) invitaba a que se sentara a su lado y sólo (querer) quería dejarla admirada con la velocidad. Durante la primera parte del viaje ninguno de los dos (hablar) hablaba. El Porsche (rugir) rugía de forma diabólica, la chica (sonreír) sonreía y el joven (mantener) mantenía la mandíbula totalmente crispada. Mientras el Porsche (volar) volaba por la pista, aquella mujer casi transparente, rompiendo de repente el silencio, (comenzar) comenzaba a contar esta historia al conductor.
En cierta ocasión, uno de los criados del emperador de Persia (ver) veía a la muerte en el jardín y, preso de pánico, (dirigirse) dirigía a su amo con una humilde súplica:
- Señor, préstame tu caballo más veloz. Acabo de encontrarme con la muerte y me ha hecho un gesto de amenaza. Quiero huir a Ispahán.
El emperador le (regalar) regalaba un caballo y el criado (emprender) emprendía una furiosa cabalgada sobre el blanco corcel a Ispahán, del mismo modo que ahora este Porsche a 250 por hora camino del mediodía. Poco después (ser) era el propio emperador quien (tropezarse) tropezaba con la muerte en el jardín de palacio y, enfrentado a ella con orgullo le (preguntar) preguntaba:
- ¿Por qué has hecho un gesto de amenaza a mi criado preferido?
- No ha sido un gesto de amenaza, sino de asombro al verlo aquí, puesto que yo estaba citada con él esta noche en Ispahán.
Al terminar el relato, la chica (enmudecer) enmudecía sin dejar de sonreír y esto (enardecer) enardecía al muchacho, el cual (apretar) apretaba más el acelerador en busca de su amante en la mar. El Mediterráneo (estar) estaba allí enfrente y ya había convertido el parabrisas en un espejo azul en donde (reflejarse) reflejaba el rostro de una muchacha similar al de la mujer pálida que (llevar) llevaba junto a él. Entonces (producirse) producía el accidente mortal. Pero las crónicas únicamente (hablar) hablaba de un joven que se había matado cuando (viajar) viajaba solo en un Porsche blanco.

Pretérito imperfecto/pretérito indefinido - 3


Fue como una aparición.
Ella (estar) estaba sentada, en medio del banco, sola [...] Al pasar él, ella (levantar) levantaba la cabeza; él (encoger) encogía involuntariamente los hombros y, cuando (alejarse) alejaba, se volvió para mirarla. (Llevar) llevaba un gran sombrero de paja, con cintas rosa que (agitarse) agitaba al viento tras ella. Sus negros cabellos, partidos en dos sobre la frente, (rodear) rodeaba la punta de sus grandes cejas y (descender) descendía ciñendo amorosamente el óvalo de su rostro. Su vestido de muselina clara, salpicada de lunares, se (desparramarse) desparramaba en numerosos pliegues. (Estar) estaba bordando algo; y su recta nariz, su mentón, toda su persona (recortarse) recortaba en el aire azul de fondo. (Gustave Flaubert, La educación sentimental)



Pretérito pluscuamperfecto (1)
Una vez (estar) estaban tres hipopótamos en el río, muy aburridos. En esto (venir) vino un hombre y (querer) quiso hacer una foto a las hipopótamos. Los tres le (ver) habían visto porque tenía la máquina de fotos ante los ojos. El hombre (hacer) hizo la fotografía..., pero allí no se vio ni un hipopótamo. (Sumergirse) Se habían sumergido, y el hombre solo (fotografiar) había fotografiado el agua. El hombre (ponerse) se puso a esperar. Por fin, los hipopótamos (salir) salieron de nuevo, aunque todavía (estar) estaban bastante metidos en el río. El hombre (echar) echó a correr hacia ellos. Los hipopótamos, sumergidos en el agua, abanicándose con las orejas, vieron cómo (correr) corría el hombre. Este (volver) volvió a hacer la fotografía..., pero no se volvió a ver ningún hipopótamo. El hombre (volver) había vuelto a fotografiar el agua. Entonces (sentarse) se sentó en una piedra y (ponerse) se puso a esperar. Por fin, volvieron a salir los hipopótamos. Y esta vez (salir) salieron mucho. El hombre inmediatamente (salir) salió corriendo. Los hipopótamos (volver) volvieron a sumergirse y, guiñando los ojos, vieron cómo el hombre (sudar) sudaba la gota gorda. Entonces el hombre volvió a hacer la fotografía..., pero no se volvió a ver ningún hipopótamo. Solo (fotografiar) había fotografiado el agua. Y así una vez y otra vez. Los hipopótamos dejaron que el hombre corriese y corriese, y así es que cuando (llegar) llegó la tarde él (fotografiar) había fotografiado veinte veces el agua. Y los hipopótamos se pusieron muy contentos, porque (pasar) habían pasado el dia entero sin aburrirse.
Úrsula Wölfel, Veintiocho historias de risa.

Pretérito pluscuamperfecto (2)

Una mujer tenía la intención de escribir un gran libro. Se compró (Comprarse) un montón de papel, cincuenta lápices nuevos y un buen sacapuntas. A partir de hoy su marido y sus hijos solo hablarían bajo y andarían de puntillas, pues la mujer (querer) quería empezar enseguida a escribir el libro.

(Preparar) Preparó el papel y (afilar) afiló el lápiz. Mientras tanto (pensar) pensaba en la primera frase.

(Afilar) Afiló otro lápiz y siguió pensando la primera frase.

La mujer afiló hasta el final los cincuenta lápices y otros siete mil quinientos doce. No (tardar) tardó ni tres semanas. Todavía no (escribir) había escrito la primera frase, pero ya (ser) era  campeona del mundo en afilar lápices. (Salir) Salió en el periódico.

Úrsula Wölfel, Veintinueve historias disparatadas.

Pretérito pluscuamperfecto (3)

Cierta vez un señor (querer) quería lavar la ropa, guisar patatas y limpiar la cocina. Pero como
(estar) estaba pensando en otra cosa, (poner) puso el cubo con la fregona en el fogón y (echar) echó las patatas en la lavadora y (verter) vertió el jabón en polvo en el suelo. Luego, en seguida, se dio cuenta de que lo (hacer) había hecho todo al revés. Inmediatamente (quitar) quitó el cubo del fogón y las patatas de la lavadora y (barrer) barrió el jabón en polvo. Entonces (querer) quiso volver a hacerlo todo bien. ¡Pero (volver) volvió a pensar en otra cosa! (Poner) Puso la fregona en la lavadora, (echar) echó el detergente en la cacerola, y las patatas en el cubo de fregar. Cuando (empezar) empezó a limpiar, se le (caer) cayeron rodando las patatas y, cuando (estar) estaba recogiéndalas, se dio cuenta de que el agua con el detergente (empezar) había empezado a hervir de tal modo en la cacerola, que toda la cocina se (estar) estaba llenado de espuma jabonosa.
La señora (echarse) se echó a reír y (gritar) gritó: "¡Ahora, por lo menos, la cocina estará limpia!"
Y entonces (hacer) hizo todo a derechas.

Úrsula Wölfel, Veintiocho historias de risa. (Texto adaptado.)

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